Hay cosas que Olivia dice automáticamente, sin ningún
esfuerzo, cosas que ya están a su disposición.
-
Prendemos / Apagamos / Ponemos la música / La calesita
marrón está cerrada / Cuando se pone verde arrancamos / Dante no está triste / Éste
no me gusta / Quiero una manzana / No me molesssta mucho.
Y así.
Pero hay otras que construye con cuidado, laboriosamente, con el esfuerzo de quien diseña la estructura de un edificio. Casi puede vérsela dentro
de su propio cerebrito concentrada, trabajosamente buscando las herramientas
que le permitan construir su propia expresión.
- - De día está abierta la calesita. Vamos a la
calesita?
- - No, mi amor. Hace frío para ir a la calesita.
- - Ya sé!!! (PIENSA) Ponemos… el saquito… para que
Oli no tiene frío… y vamos a la calesita… (GRITA) igual!!
Y sus ojitos expectantes se clavan en los míos llenos de
brillo, de ansiedad, de pregunta y de ilusión. De la ilusión de ser comprendida,
no de la calesita.
- - El sapo no va al doctor.
- - Cómo, hija?
- - El sapo no va al doctor.
- - No te entiendo…
- - (PIENSA, SE ESFUERZA, ME MUESTRA LA RESPUESTA
QUE ESTÁ ESPERANDO) “Ahhh ya sé! El de la tele!”
- Ayurame a tapar... (PIENSA, PIENSA, PIENSA... COMPLETA) me.
Si conocí la expectativa y la emoción cuando, porotito de un
año, vi sus ojos mirar a las nenas más grandes; hoy vivo dentro de ellas cuando me mira a diario en la espera emocionada de saber si logró, finalmente, que la
entienda de una vez. Nunca en esta vida me encontré con una mirada más limpia
que esa.