sábado, 20 de julio de 2013

Hablares


Hay cosas que Olivia dice automáticamente, sin ningún esfuerzo, cosas que ya están a su disposición.



-         Prendemos / Apagamos / Ponemos la música / La calesita marrón está cerrada / Cuando se pone verde arrancamos / Dante no está triste / Éste no me gusta / Quiero una manzana / No me molesssta mucho.

Y así.

Pero hay otras que construye con cuidado, laboriosamente, con el esfuerzo de quien diseña la estructura de un edificio. Casi puede vérsela dentro de su propio cerebrito concentrada, trabajosamente buscando las herramientas que le permitan construir su propia expresión.

-         - De día está abierta la calesita. Vamos a la calesita?
-         - No, mi amor. Hace frío para ir a la calesita.
-         - Ya sé!!! (PIENSA) Ponemos… el saquito… para que Oli no tiene frío… y vamos a la calesita… (GRITA) igual!!

Y sus ojitos expectantes se clavan en los míos llenos de brillo, de ansiedad, de pregunta y de ilusión. De la ilusión de ser comprendida, no de la calesita.

-         - El sapo no va al doctor.
-         - Cómo, hija?
-         - El sapo no va al doctor.
-         - No te entiendo…
-         - (PIENSA, SE ESFUERZA, ME MUESTRA LA RESPUESTA QUE ESTÁ ESPERANDO) “Ahhh ya sé! El de la tele!”


-  Ayurame a tapar...  (PIENSA, PIENSA, PIENSA... COMPLETA) me.


Si conocí la expectativa y la emoción cuando, porotito de un año, vi sus ojos mirar a las nenas más grandes; hoy vivo dentro de ellas cuando me mira a diario en la espera emocionada de saber si logró, finalmente, que la entienda de una vez. Nunca en esta vida me encontré con una mirada más limpia que esa. 



martes, 9 de julio de 2013

Cómo se llama (autopreguntas/autorrespuestas)


- Cómo se llama mamá? Mamita.

- Cómo se llama papá? Se llama papito que se llama Joaquín.

- Cómo se llama Olivia? Se llama Oli Batia que se llama Oli.

- Cómo se llama la cama? Camita.

- Qué es esto? Una mariposa que se llama conejo.

- Dónde está Oli? En el piso que se llama suelo que se llama suelito.

- Cómo se llama el aire acondicionado?    ...    (te la debo)



miércoles, 26 de junio de 2013

Asociación libre

Mañana temprano en la cama:

-         Angie tiene lunes.
-        Hoy también. Hoy es miércoles y viene Angie y después Julia.
-         Julia te pone Pocoyó.
-         Sí, Julia te va a poner Pocoyó.
-         Juliaaa! Venííí!
-         Julia viene a la tarde, ahora está Angie.
-         Angie tiene mucha luz!
-         Sí,  Angie está en el living y  hay mucha luz.
-         Y por eso, apagamos.
-         No podemos apagar la luz porque es de día.
-         De día anda la calesita.
-         Sí, de día anda la calesita.
-         De noche no.
-         No, de noche no.
-         Mantamos? Mamá no quiere dormir un ratito más.
-         Sí que quiero.
-         A yeyayunar con mamá.
-         Un ratito…
-         Copitos con cereales. Y por eso, a yeyayunar con mamá.

FIN



sábado, 25 de mayo de 2013

Imperativo


Papá:
- Papááá! Depetateee!
Mamá:
- Mamááá! Lemantateeee!
Pollito a cuerda:
- Pollitoooo! Caminateeee!






lunes, 11 de febrero de 2013

Canciones

Antes de existir Olivia, conocía una infinidad de canciones hermosas. Vivía dentro de un eco de letras y melodías maravillosas que ansiaba cantarle al mundo, a mis amores, a hijos imaginarios, a mí. La palabra "canción" portaba belleza en sí misma.

Después de que Olivia nació, ninguna canción fue lo suficientemente bella. Busco en mi cerebro y sólo encuentro silencio: ninguna canción está a la altura de cómo necesito nombrarla, o llamarla, o besarla. La única canción que la merece es una que le compuso su padre y que sólo él puede cantar.

A mí, la maravilla de Olivia me dejó muda.



martes, 29 de enero de 2013

Shopinto

- ¿Shopinto? ¿Shopinto?
- ¿Querés que te cante "el gallo pinto"?
- Shí.
- "Eeeel gallo pinto se durmioooo..."
- ¿Shopinto papá?
- ¿Querés que papá te cante "el gallo pinto"?
- Shí.
- Bueno, llamalo entonces.
- ¡¡¡¡Shopintoooooo!!!!









miércoles, 23 de enero de 2013

Ella


Cuánto la adoraba. Cuantísimas horas –difíciles- de infancia pasé soñando ser ella. Pura, impecable, con perfume a ropa recién lavada o a jazmín, su límpido flequillito rubio perfectamente acomodado en diferentes peinados (que también rankeaban diferente para mí, porque no era lo mismo la colita de caballo que las hebillitas al costado del flequillo, o una onda más raya al medio) y el brillo inocente y pícaro de sus frescos ojitos, todo en ella denunciaba lo que yo no era, pero quería ser. Ella era para mí la imagen de la pureza, de la belleza, de lo superior. Supongo que si mis padres me hubieran hecho religiosa hubiera sentido eso por no sé, ponele, la Virgen; o por los angelitos, o por Dios. En mi casa eran marxistas leninistas y yo creía en ella. Pero ella con los vestidos acampanados (el rosa clarito combinado con la blusa blanca era mi preferido)  y el pelito lacio y corto; no ella al final, cuando se transformaba en algo para mí incomprensible, lleno de rulos y cuero y pantalones ajustados perdiendo toda el aura y que absurdamente parecía ser mejor a los ojos de todos los demás.

Tardes y tardes musicalizadas por la banda sonora reproducida a cassette, sentada  sola ante mi escritorio -pero sola no porque la tenía a ella- junto a la fotonovela que reproducía la película, copiando con mis 40 marcadores Staedtler mis fotos favoritas, esas en las que se la veía más pura, más chispeante, más bella. Tardes y tardes de mi vida eclipsada por su pollera acampanada y su sonrisa brillante. Mis ojos eran todo ella. 

Logré conseguir hasta un trajecito amarillo pálido parecido al que usaba cuando cantaba "Tell me more, tell me more". Peor me fue con el rudimentario corte de pelo que en la peluquería del barrio intentó emular la melenita con flequillo que a ella le quedaba tan bien.

Los años se la fueron llevando. La película pasó de ser casi inaccesible  (en el cine era prohibida para 14 y yo tenía 10, además tenía que conseguir quien me llevara a verla una y otra y otra vez más) a un objeto poseíble, un cassette de VHS que podía poner cuando quisiera, y claro, ya no quería. Después bajó aún más de categoría a película del cable a las dos de la mañana cuando a nadie le importaba nada. Hasta doblada la dieron. Mis amigas me regalaron el VHS y también el CD con la banda sonora, más como manifestación de profundo y arcaico conocimiento y cariño que por sospechar la inconfesable realidad de que de tanto en tanto lo escuché, como de tanto en tanto me quedé de dos a tres de la mañana mirando un cachito y cantando en voz baja, sólo para mí misma, cada una de las palabras de "Hopelessly devoted to you" y "You're the one that I want" que el día de hoy recuerdo de principio a fin. Hasta llegué a valorar el cambio en el final, y –adulta al fin- entendí que su transformación de corderita en loba feroz estaba buena para John Travolta. Ojo, igual para mí no.

Cuando mi hija nació dimos muchas vueltas para nombrarla. No queríamos hacerlo sin antes conocer su mirada, su forma, su energía. Aún así, tardamos bastante más en decidirnos hasta dar el veredicto final.

Cuando mi primo Gabriel, casi un hermano desde el principio de los tiempos (con lo bueno y con lo malo), se enteró del nombre elegido, largó una carcajada. “¡Le pusiste 'Olivia'!”.

Es verdad. 
A mi hija, le puse Olivia.